Desde tiempos ancestrales, el ser humano ha cuestionado el sueño. Visionado como un espacio temporal de des conexión con el entorno, era definido como proceso onírico cuyas utilidades eran desconocidas, hasta que las investigaciones científicas a partir de 1920, hicieron considerar el sueño como un fenómeno activo, no pasivo porque se reconocían ciertas características fisiologías, positivas para el organismo.
Los conocimientos aportados por B. Aurelio Moyano, sobre la estructura y funcionamiento de áreas cerebrales relacionadas con el sueño y las continuas investigaciones de Oliver Sacks en neurología (en especial sobre el tratamiento de la encefalitis letárgica), son ejemplos de estudios que promovieron el desarrollo científico moderno de la fisiología del sueño.
Ya en 1983, el actual neurólogo y doctor en Ciencias Biológicas, Ricardo Velluti, detallaba el sueño como un proceso fisiológico que completaba al estado de vigilia para conformar el ciclo circadiano del ser humano (Ricardo Velluti “Esquema fisiología del sueño” Rev. Med Uruguay, marzo 1987; Vol 3: 47-57).
Luego, se puede afirmar que el sueño es una actividad diaria vital y si no se duerme lo suficiente, pueden aparecer consecuencias negativas a nivel psicológico sobre el estado anímico, a nivel cognitivo por lentitud en el procesamiento de la información, etcétera. En este sentido, cabe resaltar que, como principal trastorno del sueño, el insomnio afecta (de forma crónica o intermitente) al 40% de la población mundial según la OMS. Según un estudio reciente aportado por la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), señala que un 30 por ciento de la población española sufre problemas de insomnio, constituyendo un problema de salud pública.
Una pequeña parte de estos amplios porcentajes se debe a enfermedades cuya principal manifestación clínica es el insomnio, como por ejemplo el insomnio letal genético, que tanta repercusión está teniendo en País Vasco ya que representa la mitad del 40% de casos ha nivel internacional. Otra parte del porcentaje refleja insomnio asociado a otra patología pero el resto de personas, debemos hacer o no hacer “algo” que lo provoca (referido al insomnio no crónico). Este “algo” hace referencia a las conductas de salud que se practican a diario.
Algunas conductas de salud inadecuadas para el sueño, como tomar cafeína 8 horas antes de dormir o realizar ejercicio físico 3 o 4 horas antes de acostarse, son bastantes conocidas. Igualmente que el trabajo diario, de horario fijo, facilita la instauración de rutinas en el patrón sueño-vigilia.
Desde la perspectiva ocupacional, la implicación de la persona en actividades que requieran de toda su energía durante el periodo de vigilia, favorece la conciliación del sueño. Por ello puede decirse que mantener un equilibrio en el funcionamiento ocupacional, es decir, desarrollar ocupaciones con una secuencia determinada en el tiempo, reduce el riesgo de sufrir insomnio inicial.
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