La primera práctica para que el bebé fortalezca sus órganos fonoarticuladores (son aquellos que intervienen en el proceso del habla: labios, lengua, tráquea y músculos de la mandíbula) es la lactancia materna, pues la succión es el primer mecanismo que tiene el recién nacido para fortalecer dichos órganos.
Muchas veces el niño no ejercita de manera adecuada los órganos fonoarticuladores, debido a una hipersensibilidad oral. Es decir, un rechazo a la variedad de alimentos que debe
consumir en la etapa entre el primer y segundo año de vida?, asegura Ivone Ovalle Rincón, fonoaudióloga de la Universidad del Rosario.
Estos alimentos que rechazan los bebés se deben a su textura y a la sensación que perciben en la boca. Por ejemplo, los alimentos grumosos, sopas con arroz o arvejas. Entonces, los niños prefieren que todos sus alimentos sean totalmente líquidos y su desarrollo lingüístico se queda rezagado.
Por eso es tan importante que a medida que la dieta del niño va cambiando, se introduzcan alimentos finamente picados, así se van acostumbrando a las diferentes texturas. Entre tanto, alimentos como la carne y el pollo es mejor suministrarlos molidos desde el séptimo mes, para evitar atoramiento.
Primera comunicación
El niño comienza a comunicarse desde que nace: con el llanto está transmitiendo sus necesidades (hambre, frío, sueño, etc.). A medida que crece, produce diferentes sonidos (guturales, vocálicos, consonánticos) que le permiten interactuar con las personas de su medio familiar. Alrededor de los 10 a 12 meses aparece la producción de palabras, generalmente bisílabas, donde posee una palabra para referirse a un objeto, persona o situación específica. Ejemplo: mamá, tete, agua, bebé.
En el periodo que va desde los 12 hasta los 24 meses, el bebé debe aprender de 20 a 50 palabras. Estas están entendidas como onomatopeyas; es decir, una imitación lingüística o representación de un sonido natural o de otro fenómeno acústico no discursivo.
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